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El arte
de cultivar
y diseñar
un bonsáis.

La pasión de Manuel Rodríguez y Germán Arellano.
Fuente: www.elpais.com.co

"Un bonsái no nace, se hace, pues las semillas de estos pequeños árboles son las mismas que dan vida a árboles de dimensiones comunes. Es ahí donde está el arte: en lograr que aquella semilla que naturalmente crecerá hasta convertirse en un alto y gran árbol, no lo haga, y aún así, en un tamaño mucho más pequeño, conserve las propiedades y características propias de su especie”.


De manera sencilla Manuel Rodríguez, un amante de la naturaleza nacido en Fusagasugá, Cundinamarca, y radicado en Cali desde hace más de 30 años, explica lo que es su gran pasión: el arte de sembrar y diseñar bonsáis.


Él, quien vive de su vivero ubicado en el barrio Pampalinda, siembra y cuida plantas desde que tiene memoria. “Desde niño ayudaba a plantar, abonar, y regar las plantas. En el campo desarrollé una mentalidad de trabajo comunitario, del hogar”, dice Manuel, quien de mano de las generaciones que le anteceden aprendió también el arte trabajar con bonsáis, esos árboles pequeñitos pero de gran vistosidad por sus variados diseños.


“Aprendí por tradición familiar, todos se han dedicado al cuidado de las plantas, a la producción de árboles y flores de muchas especies, entonces esto ya lo lleva uno por tradición de los tatarabuelos, abuelos, padres, la familia. Pero también me he dedicado a leer muchos libros”, comenta."

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La creación del bonsái requiere de paciencia y conocimiento. Para lograr que un árbol crezca dentro de los límites de una matera, los cultivadores deben amarrar sus raíces y cortarlas, regarlos de manera abundante cuando su tierra esté ligeramente seca, permitir que les dé el sol necesario para su crecimiento, pinzar y podar el árbol para controlar la cantidad de ramas y disminuir o aumentar la densidad de sus hojas. Además, se debe tener en cuenta que estas plantas requieren de mantenimiento aproximadamente cada cuatro meses.

El diseño de la forma que tendrán las ramas de los árboles se las da cada artista a través del “alambrado”, técnica que permite moldear la figura del árbol, como lo dice Germán Arellano, otro amante de las plantas y cultivador de bonsáis.

“Yo manipulo de cierta manera, sin dañar el árbol y ofreciéndole lo mejor, para que este crezca en una forma que he definido”, manifiesta Arellano, director de la Casa del Bonsái, quien fue nombrado como embajador de China en Colombia para la difusión de este arte.

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Arte milenario y en expansión

La cultura china fue la primera en incursionar en este arte creando la técnica llamada ‘Penjing’, la cual los japoneses adoptaron y nombraron ‘Bonsái’, nombre que significa: árbol sembrado en una maceta. Durante décadas estas dos culturas orientales, la china y la japonesa, se han dedicado a promover y deslumbrar al mundo con este arte. “Un árbol que se deja crecer salvaje en su estado natural es como algo crudo, un diamante en bruto. Solo cuando permanece cerca de las personas que con mimos lo modifica, dándole una forma y un estilo es cuando adquiere la capacidad de conmovernos”, así reza un pasaje japonés del siglo X en el que se hace alusión al arte de modificar y diseñar el aspecto de un árbol, logrando así conmover al hombre.


“Detrás del mundo del bonsái hay una filosofía. El bonsái hace parte de las artes zen con las cuales se puede llegar al equilibrio de la mente, el cuerpo y el espíritu.


Hay una palabra que encierra todos lo que se necesita para hacer un bonsái y se llama ‘chowa’ que significa: mente, corazón y manos. “La mente debe estar vacía, pero tener una pretensión artística, un concepto premeditado de lo que vas a hacer, el corazón da la energía que le pones a tu trabajo y las manos hacen el resto”, comenta Germán, quien lleva muchos años trabajando con bonsáis, arte que aprendió y descubrió por su madre.


“Todo el arte del bonsái está relacionado con la vida, el respeto hacia las plantas y el cuidado que se debe tener a los árboles. Además, al cultivar bonsáis el ser humano se beneficia al entrar en la meditación, relajamiento y conexión con las plantas”, concluye Germán, director de la Casa del Bonsái, un vivero especializado en este arte.

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